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Por Jimena Quintana.-
Fue un domingo nublado en la capital del país. Amaneció nublado y llovió la mayor parte de la tarde. Las calles del centro histórico estaban transitadas pero no con la afluencia usual de los domingos. La gente que a pesar de la lluvia paseaba, lucían sus modernos paraguas y caminaban deprisa. Deambulando por los callejones de la ciudad de los palacios y observando con atención sus edificios viejos, algunos deteriorados o sólo sucios, la lluvia y la escaza niebla lograban un ambiente sombrío y gélido. Sin duda el mejor remedio ante ese panorama siempre es un café.
Como parte de la oferta restaurantera del centro de la ciudad se encuentra el Café Tacuba. Ubicado a solo unas cuadras del Zócalo el Café Tacuba cumple ya 100 años de brindar sus suculentos y mexicanos platillos. En la fachada se encuentran unas vitrinas que muestran sólo algunos de los platillos que te esperan al interior, es simplemente una invitación muy ad hoc para los días sombríos como este. El café se encuentra en una vieja casona del siglo XVII, eso significa que cuenta con un techo muy alto, una hermosa escalinata al estilo colonial y un amplio salón donde nos concentramos los comensales. Las paredes del salón principal se encuentran decoradas con cuadros del arte novohispano –el primer cuadro de lado derecho es una réplica del tan famoso retrato de la décima musa Sor Juana Inés de la Cruz-, en el salón contiguo hay una colección de cristalería mexicana, junto con algunos retratos entre los que se encuentra el del fundador del imprescindible café Tacuba, el señor Dionisio Mollinedo Hernández, un altar en cantera,mosaicos poblanos y al fondo un mural con la historia el chocolate y el descubrimiento del mole.
En su primera centuria el café ha sido testigo de múltiples acontecimientos y leyendas. Una de esas leyendas data de la época colonial, cuando la casona que alberga el restaurante era el patio del hospital del Divino Salvador, que fungía como manicomio y era atendido por las monjas clarisas. Al parecer uno de los enfermos se enamoró perdidamente de una de las monjas que con cariño lo atendía. Siendo este un amor imposible, el loco enamorado asesino a su amada. Y ahora ella deambula por la que antes era su casa.
Siendo este un café tan tradicional no es de extrañarse que dentro de sus asiduos visitantes se encontraran personajes como Agustín Lara o el mismísimo Porfirio Díaz Con orgullo el Café Tacuba cuenta como participó de la recepción y el banquete con motivo de la boda del muralista mexicano Diego Rivera y Guadalupe Marín. Algunos años más tarde, en 1936, el entonces gobernador de Veracruz, Manlio Fabio Altamirano, fue asesinado al interior del café mientras comía al lado de su esposa. También en el café, en el año 1978, se rodó la película “Los hijos de Sánchez” de Oscar Lewis, protagonizada por Anthony Quinn. Se cuenta que en una de sus visitas al café, Oscar Lewis tomó como modelo para uno de sus personajes al entonces empleado Santos Hernández. Dicha película sacudió al gobierno mexicano pues exhibe al mundo y pone en entredicho el tan afamado “Milagro Mexicano”. Siendo éste un recinto tan legendario es normal que una de mis bandas favoritas de Rock nacional se inspirara en el nombre del café. Sin embargo hubo que cambiarlo por los problemas que podría conllevar el uso del mismo nombre, quedando la v en vez de la u como antiguamente se hacía para formar así a “Café Tacuva”.
Hace unos años atrás, el martes 13 de abril de 1999, la manguera que abastecía de gas al café se rompió, y dio lugar a un lamentable incendio. El bolero que tiene su sillón de trabajo a la entrada del local, al percatarse del incendio llamó inmediatamente a los bomberos. La pronta respuesta del cuerpo de bomberos ayudó a que sólo se quemara el mobiliario del salón principal sin afectar la estructura del edificio. Fue remodelado y reabierto el 27 de julio de ese mismo año con un merecido desayuno para el heroico cuerpo de bomberos.
En cien años que historias no se podrían contar siendo un lugar tan concurrido y tan tradicional. Ya sea para celebrar una boda, un cumpleaños, el día del padre como lo fue este domingo o bien para guarecerse de la lluvia, el café sigue abierto y es una de las paradas indispensables para los visitantes de la inigualable Ciudad de los Palacios. Vamos por otros cien años más.
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