Por Jimena Quintana.-
El Paseo de la Reforma es una de las avenidas más históricas y estéticas de la ciudad. Su existencia se debe a una de las más cotidianas necesidades humanas -vigente sobre todo en una ciudad tan densamente poblada-. Después de una ardua jornada laboral todos deseamos llegar pronto a casa. Todos quisiéramos un camino directo del centro de trabajo a nuestro hogar. El emperador Maximiliano de Habsburgo no era la excepción a esta regla. Él también deseaba llegar a casa –el castillo de Chapultepec- donde la emperatriz Carlota seguramente le aguardaba con ansias después de su “jornada laboral” en el Palacio Nacional. Así que ordenó que se realizara este camino directo que se asemejara a la famosísima avenida parisina “Campos Elíseos”. Fue nombrada en un principio Paseo de la Emperatriz en honor a su amada esposa, pero después de la caída de la monarquía el nombre cambio a Paseo de la Reforma. Esta avenida fue diseñada pensando sobre todo en su estética. Precisamente por eso es que está adornada a la fecha con varias glorietas emblemáticas. La más reconocida, por supuesto, es la del Ángel de la Independencia.
En la actualidad Reforma es una de las avenidas más visitadas por los extranjeros, pues ahí se encuentran ubicados los más prestigiosos hoteles, restaurantes, museos y muchas exposiciones internacionales. Hace unos años, en el 2009 para ser más precisos, México fue azotado por una epidemia de influenza. Esta epidemia causó que el turismo, una de las más importantes actividades económicas del país, cayera estrepitosamente. Nadie quería visitarnos. Muchos países sugerían evitar viajar a México. La gran ventaja es que esta tierra ha sido solidaria con muchas naciones que en diversas épocas han sufrido crisis terribles. México es un país que sabe ser y tener amigos. Así que la Secretaría de Turismo convocó a una “Feria de las Culturas Amigas”. No hay duda de que la mejor forma de superar una crisis es con ayuda de los amigos. Así que ese año, en la hermosa avenida Paseo de la Reforma, se dieron cita, con varios stands, las naciones amigas de México. A partir de ese año se sigue llevando a cabo la tan diversa Feria.
Este año la feria reunió a 73 países y superó, según el Gobierno del Distrito Federal, a los visitantes de la edición anterior con 1 millón quinientas mil personas. Y es que si no tienes dinero para viajar pero quieres conocer otros lugares; si cómo dice el poeta, Konstantínos Kaváfis, quieres “detenerte en los mercados de Fenicia y comprar bellas mercancías” esta feria te va a encantar.
Desde Reforma e insurgentes hasta llegar a Chapultepec cada uno de los stands hacían gala de sus extraordinarias aportaciones culturales. Había foros especiales para las conferencias sobre la diversidad cultural, presentaciones de libros, danzas de diversas regiones, recitales y talleres. Cada uno de los países invitados -los amigos de México- desplegaron todas sus maravillas y mostraron al espectador su gastronomía, su música y sus danzas. En resumen: su cultura.
argentinos nos dieron muestra de sus vinos; Marruecos nos mostró sus lámparas multicolores con sus vendedores de mirada intensa; Cuba nos ofreció mojitos, ron y música con su inigualable sonrisa y ritmo; los españoles nos mostraron sus libros sin dejar de lado el magnífico jamón serrano y los tradicionales chorizos; Alemania nos dio una pequeña probadita de sus deliciosas cervezas; Egipto nos deslumbró con sus estatuas, sus maquillajes y su joyería; por unos cuantos pesos, Líbano nos ofreció sus exóticos platillos como el Kebbah, el Fatayer y hojas de parra rellenas. En fin, fue una fraternal fiesta en la que todos los invitados llevaron algo y que, como buena fiesta, duró aproximadamente quince días.
Siendo la diversidad y la tolerancia uno de los temas principales de esta muestra, fue interesante presenciar como todos los integrantes mostraron su respeto y aceptación a las manifestaciones que en esta semana se han suscitado en el mismo espacio. Las familias, pese a las marchas, no dejaron de disfrutar de todas las actividades. Los niños siguieron bailando al pasar por es stand de Haití que hacía sonar sus bongos.
En el cierre que se llevó a cabo este 26 de mayo, la secretaria de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, Nina Serratos, dijo que “el objetivo era posicionar a la Ciudad de México como un escaparate multicultural al mundo”. Yo, viendo a toda la gente que se reunió a lo largo de nuestros campos elíseos mexicanos, la diversidad de culturas aglomeradas, la tranquilidad con la que la gente paseo, y el respeto por nuestras movilizaciones civiles, no me queda la menor duda de que la Ciudad de México es verdaderamente una ciudad cosmopolita.
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