Por Noemí Avilés
Coloquialmente se dice que uno no es adicto a la caja idiota cuando se quiere pintar su raya de las horas perdidas del televisor. Y si uno tiene mayores lecturas y se quiere ser más picudo en el análisis se puede citar al italiano Giovanni Sartori y su ya clásica obra Homovidens. Lo cierto es que contra todo pronóstico millones de mexicanos gastan horas de su tiempo de ocio frente al televisor. Quien tiene dinero contrata los servicios de cable y sus diversos y hasta fraudulentos servicios. Los que no, que son millones, lo hacen con una humilde antena de la televisión abierta.
La televisión nuestra de cada día ha impuesto un esquema de programación que da grima: telenovelas con argumentos insulsos, programas de entretenimiento que lo único que entretienen y hasta adormecen son las neuronas, catarsis colectivas al estilo Rocío Sánchez Azuara o Laura Bozzo. El futbol nuestro de cada día y por supuesto los programas de noticias. ¿Y la cultura? Bien gracias, al canal de menor audiencia.
¿Cambiaría esta panorama si entrara una tercera cadena, como lo quiere Carlos Slim? Lo dudo mucho. Lo que hace falta es que el Estado promueva un debate a fondo sobre el papel de la televisión y su responsabilidad en la educación o embrutecimiento de los mexicanos. Y actuar en consecuencia.
Pero en este país en donde la maravilla surge a la primer provocación, fueron nuestros jóvenes estudiantes quienes le plantaron pertinentes violines a las empresas televisivas. Y además lo hicieron de manera civilizada sin afectar la vialidad ni el tiempo acelerado de los capitalinos, de por sí afectados en sus riñones por tanto tiempo que pasan al frente del volante. Y además mire usted: fueron estudiantes de la IBERO, del ITAM, del Tec de Monterrey y de la UNAM. Es decir, jovencitos que un despistado sociólogo llamaría pequeños burgueses junto con estudiantes de una universidad popular como la UNAM ¿Y por qué protestaban? Por los juegos tramposos de los medios al presentar la información sobre los candidatos a la presidencia de la República.
Prácticamente pusieron en tela de juicio el manejo informativo de la televisora, su falta de seriedad y compromiso, ahora sí que sus intereses creados. Me imagino a los altos ejecutivos de Televisa, tal vez al mismo Ascárraga, asomados con la sorpresa en el rostro al ver a tanto niño bien, cuestionándolos.
Y como toda protesta que se respete las exigencias de estos universitarios que se reducen a que los medios informen equilibradamente, y que den preferencia a las propuestas de los candidatos, la protesta se reflejó en las redes sociales. ¿Inédito? Sí, y extraordinario, y alentador. Que los universitarios de los institutos de paga se hermanen para esto es ciertamente alentador. Y si no que lo diga Enrique Peña Nieto quien enfrentó no pocos reclamos y trompetillas ideológicas.
Bien por los muchachos y bien por sus protestas. Lo que están pidiendo no es mercadotecnia, sino conocer las propuestas reales de los candidatos. ¿Es mucho pedir señores fabricantes del rating?