Tenía catorce años cuando leí por primera vez una obra de Carlos Fuentes. Se trataba de La Región más Transparente, un libro que me deslumbró por su técnica, por sus personajes, por su aliento narrativo. Recuerdo que me pasé dos días metido en mi cuarto, sin atender a nada ni a nadie, concentrado en las páginas de esta novela deslumbrante.
Después seguirían La Muerte de Artemio Cruz, la monumental Terra Nostra que me llevó un mes leerla de cabo a rabo, Cristobal Nonato, Gringo Viejo, Cambio de Piel, Aura, Las Buenas Conciencias, sus cuentos, y curiosamente por estos días, en que las sombras invaden mi visión, leí en audiolibro dos veces, cuando el gozo estético es indiscutible, -una sola lectura no basta-, un libro de cuentos que un cronista sencillo podría calificar dentro del género de terror, pero yo me atrevería a decir que es inclasificable: Inquieta Compañía, libro que incluye una historia vampírica ubicada en tierras mexicanas.
¿Qué decir de Carlos Fuentes? Yo no considero que tener una educación bilingüe y cosmopolita sea algo así como una suerte de desvergüenza social. Recuerdo cuando joven largas discusiones con mis amigos, muchos pertenecientes a un círculo de estudios marxista, que consideraban a Carlos Fuentes como un escritor pequeño burgués, privilegiado, no digno de ser leído porque dibujaba a una sociedad mexicana muy alejada de la realidad. Yo alegaba que era todo lo contrario, que las novelas de Fuentes entraban en la modernidad narrativa, muy alejada del romanticismo pueblerino de un Agustín Yáñez, por ejemplo. Su personaje omnipotente Ixtla Cienfuegos era el Virgilio que nos llevaba a nosotros, los lectores, por el infierno mexicano.
No sé qué habrá sido de aquellos amigos. Con el paso del tiempo gané otros con los que pude hablar de manera más cómoda de literatura. A Carlos Fuentes lo leía con asiduidad, primero en la revista fundada por Octavio Paz, gracias a la generosidad de Julio Scherer, Plural, y cuando Luis Echeverría intervino en Excélsior, (eran los tiempos en que el PRI imponía usos y costumbres, como lo hizo este presidente), y fundaron la revista Vuelta, que se publicó hasta la muerte del premio novel de literatura. En esas mismas páginas leí un ensayo canalla de Enrique Krause en contra de Carlos Fuentes. Mucho me temo que este episodio costó el alejamiento entre Fuentes y Octavio Paz, pues el novelista no publicó una sola línea más en la revista.
Pasaron los años y Carlos Fuentes se convirtió en una referencia indispensable. Publicaba sus libros, hacía programas de televisión, su compañera Silvia Lemus entrevistaba a lo mejor del mundo de las letras y las artes, enfrentó tragedias personales como la muerte de su hijo Carlos, a muy temprana edad, con lo que se frustró un joven talento en poesía.
Sus artículos, aunque a veces parecían alejados de la realidad mexicana, siempre fueron brillantes y aleccionadores y lo mismo sus ensayos sobre México, su historia, sus personajes, su cultura. Si yo aprendí a entender y a conocer a autores internacionales fue gracias al escritor mexicano quien, con su Geografía de la Novela, nos dio una lección sobre conocimiento de la literatura contemporánea. Cómo olvidar la respuesta que dio a un diario mexicano respecto al analfabetismo militante de Enrique Peña Nieto, dijo: “el problema no es que confunda una obra mía, sino que un tipo con tales carencias pueda llegar a ser presidente”.
Carlos Fuentes iluminó mis inicios como lector y aún ahora sigue acompañándome en momentos en que la lectura sólo se me da a través de la oralidad. Curiosa paradoja. Descanse en paz ese gran mexicano que nunca pudo obtener, por esas injusticias que le negaron el premio a Borges, el Novel de literatura.
No manches, Víctor. El texto termina abruptamente. ¿No te faltaron algunos párrafos?
Muchas gracias por la observación y su lectura, efectivamente estaba incompleto por un error humano; ya esta corregido. Saludos.
Atte. Ahuizote.com
No sé si su hijo Carlos fue un «talento» que se malogró a temprana edad. Lo que sí es irrefutable es lo trágico que es ver que los hijos se nos adelantan en el camino a calacas. Años después de la muerte de su hijo, su hija Natasha Fuentes Lemus apareció muerta por el rumbo de Tepito. Esas son tragedias.
Respecto a la falta de lecturas de los candidatos (o de Peña Nieto), me parece que se le ha dado un uso electoral excesivo a algo que no es tan relevante. Hemos tenido presidentes bien cultos y no nos fue bien; los nazis eran bien cultos también y fueron capaces de cosas terribles y la economía mexicana estaba mejor cuando la manejaban simples licenciados sin maestrías o doctorados en otros planetas, por ejemplo.
Lo único que es unificador es el pesar por la muerte de Carlos Fuentes. En eso no hay discrepancias.