Interesante la paradoja que nos presenta el IFE. En la sesión de este día habrá de admitir que por segunda ocasión el presidente Felipe Calderón Hinojosa violó la Constitución y puso en riesgo la imparcialidad del proceso comicial. Al enviar cartas firmadas al calce, en donde da las gracias a los cumplidos ciudadanos por los impuestos pagados, detalla logros alcanzados por su gobierno gracias al pago de dichos impuestos. Es a todas luces una intromisión desleal en el proceso electoral, tal y como sucedió en el 2010, fecha en que transmitió promocionales en materia de salud y de seguridad, e incluso un mensaje televisado, justo cuando se celebraban elecciones en quince entidades del país.
La paradoja consiste en que de acuerdo a la constitución, el presidente solo puede ser sancionado por cuestiones graves como traición a la patria. Bajo el amparo de este candado, nada nos garantiza que el presidente meta su cuchara en las próximas semanas tratando de sacar sopa política a favor de la candidata de su partido. Hay que recordar que hubo un primer barrunto cuando líderes empresariales presumió unas encuestas patito en donde le daban un amplio triunfo a Vázquez Mota. En tal sentido no hemos avanzado mucho de los sucedido en el 2006.
El Tribunal admitió que el expresidente Vicente Fox hizo un uso indebido de sus facultades para influir en el ánimo de los votantes a favor de su partido. Pero nada más, y el expresidente salió prácticamente ileso de ese avatar.
El IFE es un organismo ciudadano, ciertamente limitado, pero cruzarse de brazos ante este tipo de paradojas seria tanto como admitir que la intromisión presidencial es un mal necesario. No tendremos una auténtica democracia electoral si no se le pone un acto a los excesos presidenciales, si el IFE no modifica y profesionaliza su comportamiento de garante de los comicios. Seguimos, entonces, ante una democracia imperfecta que arroja imperfectas elecciones, cosa que no merecemos los mexicanos después de tantos años de reformas